Pasa el cielo entero…

Arranca un mundo en el cual los caleidoscopios de metales no nombrados o tan increíblemente cálidos y dulces que ninguna fría tabla periódica podría sostenerles…
y para él, yo, que tengo agolpadas notas y mensajes, debo ceder las palabras limpiante…

DESPEDIDA

 

 

Me despido de mi mano

que pudo mostrar el paso del rayo

o la quietud de las piedras

bajo las nieves de antaño.

 

Para que vuelvan a ser bosques y arenas

me despido del papel blanco y de la tinta azul

de donde surgían los ríos perezosos,

cerdos en las calles, molinos vacíos.

 

Me despido de los amigos

en quienes más he confiado:

los conejos y las polillas,

las nubes harapientas del verano,

mi sombra que solía hablarme en voz baja.

 

Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta:

Los fracasados, las cajas de música,

los murciélagos que al atardecer se deshojan

en los bosques de casas de madera.

 

Me despido de los amigos silenciosos

a los que sólo les importa saber

dónde se puede beber algo de vino,

y para los cuales todos los días

no son sino un pretexto

para entonar canciones pasadas de moda.

 

Me despido de una muchacha

que sin preguntarme si la amaba o no la amaba

caminó conmigo y se acostó conmigo

cualquiera tarde de esas que se llenan

de humaredas de hojas quemándose en las acequias.

 

Me despido de la memoria

y me despido de la nostalgia

-la sal y el agua-

de mis días sin objeto

 

y me despido de estos poemas:

palabras, palabras –un poco de aire

movido por los labios –palabras

para ocultar quizás lo único verdadero:

que respiramos y dejamos de respirar.

 

Jorge Teillier (Lautaro, 1935Viña del Mar, 1996)