La cacería y levantar piedras (Treceava party)

Esto y…

ESTO acá va.

Cuando no se siente nada se lucha para desbloquearse del todo, juego de parálisis y fracturas, por si la espalda debe dejar de unirse como una armadura y hay que separar vértebras y aguas. Por si te sorprendes mirando como un idiota el reflejo de tu padre y no ves tu propio rostro en el baño.

Acá va. E-s-t-o. Y eStO.

Lo cool de los gestos dependen de lo que me fiscalicen desde otras personas, likes y calcio y facturas para soldar el amor. ¿Tocar la fuerza en palabras, cuando se ha perdido juventud pero el cinismo le da un saborcillo amargo y rico a las bebidas?, no sé, ¿dejar de aplaudir porque revientan las semillas que aplastaron los que construyeron a toda velocidad estos edificios de tibias?, bueno, tal vez eso sea despedirse de la inercia y la dependencia.
No, vamos, el construir un Sol bajo el agua hace irrelevante el olvidar/postergar/amansar el alma como un papel pegado al piso recogiendo polvo y promesa de crear belleza. Escucho los casquillos de mis sueños caer al piso y repongo la munición en el arma de mi responsabilidad, fierro que soltaré al suelo para acuchillar a la palabra obediencia si lo necesito.
El corazón rojo-gris me palpita con fuerza cuando me huele a plástico el extrañar. Conjuro entonces mi verdadera voz al borde de la albahaca, de tener el corazón de hierba y ser pequeñito y lleno de bondades.

La oración se ha vuelto vudú. Sefardita. Dakota. Separaré el tono de mis frustraciones y objetivos pasados y levitaré sobre credos.
Morfeo le decía a Neo que los músculos estaban atrofiados porque las dentelladas a su energía lo tenían dopado: ¿por qué no hizo hincapié en que el miocardio es un músculo?.
Tiempo, saber reconocer lo limitado para superarlo y lo disciplinado dejarlo invertirse para caminar por el techo de la habitación y que el desorden en el cuarto se vea como las estalactitas de una persona que lo que le molesta es no tener las manos para reparar bicicletas de amores y abandonos al bajarse del fuego.
Levantar lo pesado de salvar y aceptar que daba miedo era cerrar el libro porque me resignaba a que nadie me leería el tipo de página que tejemos los que nos hemos ido pero no pudimos movernos.

La montaña enorme ahora es pequeña. La Diosa de la Tierra me toma el rostro fijo y me dice: lánzate al precipicio, con tu corazón me quedo.
Tenía miedo de que mis manos fueran demasiado pequeñas,
pero la juventud vivirá siempre en el amor de lo que entregamos para los que se enferman por nadar solos en un mar radioactivo,
y así yo subo a superficie.
Cierro los ojos.
Y dejo que emerjan dentro de mis músculos todos los peces que me protegen los sueños.


			

La cacería y la nueva brújula (Doce)

«Que sea grande el trayecto, pero que yo llegue», pienso mientras mis zapatos cambian de cuero negro a tenis a zapatilla a mola. La silla es lo que importa.

Pongo mis ideas sobre la mesa como si fueran un mapa de esos donde pones rutas de buses y trenes, una guía de concreto, ortogonal, con paredes que reboten el amor y el odio por igual… que bailar dentro de esa guía no sea problema ni los ángulos con que besamos,

pregunta alguna

frente a ojos que no sean de gatos pequeños.

Estoy en esa fase en la cual las neuronas están lubricadas y los ojos picantes; la fase en la cual tres cuartos del día han pasado y necesitas tomar algo, lo que sea, para que la garganta se acalle y las manos puedan ser.

Que sea manifestación este montón de piezas separadas de una nueva era, ¿o soy muy ambicioso?. Es que llevo días rozando monstruos dentro de mi sien, quiero una ingeniería súbita sin pagar matrícula, con la que yo aprenda a no hacer casa dentro de una mujer sino que sus meteoritos me destruyan el casco y la pechera, para que yo sienta dónde va el techo, o el taller de herramientas, o dónde mis huesos se tallan, que ya quiero llegar a las manos del que talla marfil para que sonría al cruzar la puerta de mi esternón.

Me quiero identificar como mineral conductor, porque yo también soy mineral y puedo ser cristal y comercio y escalpelo y billetera llena al viajar si tomo la oportunidad. Quiero arrojar este efecto de prisma fuera del metal bruñido que es mi rostro, que quiero ya que mis colores sean más de un murmullo al caminar…

No quiero perder la franqueza de los gestos blandos y minuciosos. No quiero perder palabras que sean dadas sin la densidad de la inercia al levantarse de otras camas. ¿Y para qué quiero olvidar la enorme distancia entre endulzar las visitas a alguien con un brownie y querer estar conmigo cuando estoy contigo?

Que al fin y al cabo, la última cucharada de azúcar no importa tanto como la última taza de la hierba seca suavemente convertida en té.
Suspensión de todas las creencias para avanzar en este sitio, los músculos leen en negativo el calor porque las ratas de falsos perdidos prefieren tres años más de descubrirse que ir a algún lado, ¿sabes?, quiero coger las creencias con pinzas desde Enero 1º para no ser un pecho frío que si recibe más de un sueldo tose sin su radiotransmisor.

Y si al final de ser pirata quedaba sólo esto,

qué tipo de bestia soy,

por qué me sabe la boca a gin tonic,

por qué España, pero viaje, o pared en obra gris vuelta amarillo canario, por qué salvar el mundo desde cuando tomo el condón hasta cuando dejo un libro, por qué ahora sí se siente el dedo acariciando la pared cuando quiero largarme de la megalomanía a regañadientes.
Mi baranda: yo diciendo que voy a ser lo organizado, como si el peso de mis ancestros y sus cien venganzas me diera justificación. Mis manos, llenas de tinta y de líneas cortas, se aferran a esto. ¿Desecho ese margen, o vivir es encontrar bordes mientras pierdes clorofila?

Expulsé a otros de mi cuarto porque para mi rediseño no necesito distracciones, y también,

porque aprendí a decir adiós antes de que un corazón ahumado me niegue.
No toco a la gente que me dispara al gatillazo del ✔✔. Esa que se piensa sus piñones superior a cualquier balanza.

Te mido en grados, fuerza. Norte nopal, sur milonguero, occidente y Cali, el agua y Portugal, el beso y otro moverse. Yo abro la bolsa para llevar a reparar…

La Cacería y el picar mientras vas cocinando (Onceava Parte)

Recuerdo que decidí aprender a cocinar mientras las oleadas de dudas y gente enferma que había construido su casa
sobre arena y zombies,

sobre murallas de hordas y zombies,

se encontraban con la parte final del viaje: Fear The Walking Dead, Teme A Los Muertos que Caminan… sean 15 o 22 o 33 años, decídete a no ser comida de la ira,

a no comerte tu ira,

a no ser un viajero que sólo compra condimentos,

porque frita irás para el menú. Y a la cocina llegarás.
El aliento de las ideas andinas son frías, tienen ese vapor frío que sale de un puñado de tierra indomable al final de una camisa de botones. Son tan desplazamiento que se agarra con las uñas y genitales a como se ven acá las galaxias, tan coordenadas orgullosas pero poco peso planetario, tan tú cuando crees que esa hambre de poder no está en el chip central de tu computadora de carne.

Verbos como pelar, desgajar, desmenuzar y limpiar aplican tanto para los que siguen el baile de Buddha como para los que sostienen el peso de alimentar al futuro per se… la democracia perfecta está en aprender a cocinar, queridos tiranos de 50 años, no en los muslos de mujeres fantasmas que yuxtaponen a las que les hablan de vuelta, no hay boca tapada que cambie ese mal aliento del depredador.

Perdón. Soy cruel y lo lamento, sé que te dije que no jugarías solo, pero acá tengo que amasar una nave nueva y querido desconocido, no te puedo llevar conmigo, si no me voy a llevar esta ansiedad de no saber para quién copio recetas menos tendré espacio para tí; mi inercia me pide silbarte Amor y Control de Rubén Blades pero mi cuerpo exige limpiar las bandejas, los moldes de galletitas de monstruos y espadas, los vasos, para pintar mi lengua del color del camino.

Las palabras, soñé, salían de una mina que tenemos en nuestra boca: sigue jugando, masticando con paciencia.

¿Te huele a algo…?

Yo oigo el crack-crack del fuego fritando. Beat de batería de los 90. Esa, la voz ronca de la que amaste pero prometiste no hablarle de compartir techo. ¿Por qué compro más relaciones si esa memoria todavía me abre el universo?, ¿o estoy endiosando un tarro vacío de algo que ya no como porque no soy tan pequeño?

Cazar y exprimir limones sobre el plato ya no es abstracto para el hombre: es mi ancla, porque percibo cómo la hora pide que se llene la mesa. Besos flúor de ciudades que me cansé de aparentar amar, sepan que el tiempo de promocionar y facturar empieza, el tiempo de despedir acaba, lo sucio está y me propone enjabonar.

Aunados cuerpo y presencia, dolor o felicidad se teclean con calor… pero el tiempo no falla/no para/no calla/es Hora de Aventura, de ser Batman y comprarle la cosecha a la persona pero sin mandar al mayordomo por mi propia comida.

Lamento. No-espera. Diabetes progresiva. Arkanthos. La silla y la nevera. Dios Google para no olvidar el rostro.

El falso trono y el nombre de con quién quisiera partir pan desplegados como intersticio, como el intermedio dentro de mis tejidos entre abrir mi pensamiento y el bocado que otro da dentro de mí.

Es el espacio nuevo de un beso que.
Estoy palpitando como el abuelo con.
Estoy siendo testigo de.

¿Comparto?