De las ramas al tronco
Levantarse.
Ver la taza de té. La caja de colores afilados con nada de valor.
Pero las hojas por la ventana y el suelo
pero las hojas sobre la mesa y algunas con colores de cielo
y
sabor a manzana e infusión es el té.
*
Pensar en ella. En su cabecita azul y sus ideas fritas.
En la contención y el beat, o el decolorarse y el negro,
o un vaso de whisky en un mundo en el que somos migrantes de nuestros propios
hogares
desde que tenemos 14 años
hasta que lleguemos a los 50…
pero todos sabemos que no queremos llegar ahí, así la vida nos empuje a ser longevos.
Todos sabemos que amamos los 20s y tememos el perder los cojones de llenarnos de colores la piel y el antojo. Todos sabemos que colectivamente estamos en la adolescencia humana, somos canción de La Renga, estamos un tiempo lejos de casa.
*
Repetirse la repetición de la repetidera para que las mujeres
sean tan fieles como la lavadora Hoover
y la nevera Centrales
con los minibares Icasa o Centrum
montados sobre una batería Phillips
demostrando el amor de papá cuando deja su camisa para recibir su recompensa
en físico
de un largo día de trabajo.
*
Entiendo la raíz del narcótico y lo autoexpresado. ¿Podríamos todos abrazarnos si no tuviéramos selfies?
¿Cómo caminaríamos si no nos pensáramos en pasarela? Decidir sería solo si este reloj combina con la chapa del cinturón o la cartera.
Vivir rodeado de personas bellas como ciervos, densas como burros, que no son contravías o malandros, sino spins, hijos bastardos de Ned Stark y Carl Sagan en un tablero microscópico
de talento y Genosha desatada.
Veo la pantalla fría del celular, ese negro sin vida que lo dice todo.
Y una vez más la mandala del cielo estalló en luz. Se revela el mundo andinista y parroquiano. Señores de armas, mujeres de TripHop, abrazos por debajo de las bufandas.
*
Soy un punto
entre dos puntos
que le parece raro que solo le puedan decir que sea memoria
y no frescura, verdor, ciencia y potencia de devoción,
que lo forcen a un desengaño que no existe y una solidez que no es puerta
para poder besarse con mujeres que juegan a Susana y Elvira
mientras en un video un idiota me dice que ser contemporáneo, ¿es bailar sin desear tener sexo?
¡No existen las décadas! Lo que existen son los propios Diarios de Motocicletas sobre Libros de Almohada
¡Sí existen las décadas! ¿¡O que esperas de nosotros, que nos hagamos una vida dúctil y fluida de puerta a puerta?!
¡Son y no son las décadas! Por favor no me hagas sentir, dame un paliativo de ropa y vainilla, bailemos y recitemos a Bukowsky o a Candelario Obeso, quiero evadir esta pesca interna.
*
Ese libro blanco decía «un guerrero va a un lugar como esos cuando quiere morir». También decía «un hombre no es más que la suma de sus actos».
Y…
Pensaba que el libro me había hecho defectuoso. Mas no. Mira por dónde le entra el agua al coco, lo que el libro hizo fue decirme
que era uno de los del medio
pero que habían algunos debajo
y que los de arriba eran arriba por escrúpulos cazados
pudiendo cualquiera de los tres tocar esas letras sagradas
tocando como un bajo en la caja de resonancia del universo.
Me instó a ser experiencia de buceo. Siempre. Buceo.
No me puedes pedir que no lea. Es el único amor y las únicas alas de mantarraya que jamás se me paralizan.